Parking Day: Las calles para la gente

artículos de opinión equolumnistasPoInmaculada Perán Rex

De niña, nunca me llevaron a un parque. Bastaba conatravesar el umbral de la puerta de casa para encontrar una tropa  con la que el universo unánime de calles huertos y edificios se transformaba en un escenario de paisajes legendarios, en el que los “mayores” solo se inmiscuían para el indiscriminado reparto de meriendas, regaños y mercromina. A pesar de  ello, creánme, tuve una infancia feliz.

Esta  imagen me suele asaltar cuando contemplo nuestros bien delimitados parques  repletos de  niños  que juegan vigilados por adultos. Y es que las ciudades, donde nos amalgamamos en  busca de protección e intercambio, se han vuelto  tan hostiles que es forzoso confinar en cotos a los más  vulnerables para preservarlos de toda suerte de daños. Porque el espacio de los juegos de los niños y  los paseos de los ancianos  se ha ofrendado fervorosamente  al ídolo sacralizado e insaciable de nuestra urbanidad: el automóvil.

Una reflexión similar es la que escenifica poéticamente la intervención ciudadana denominada Parking Day que se realiza  simultáneamente en ciudades de todo el mundo en torno al día sin coches. Bajo el lema “Espacio recuperado para los ciudadanos”, y con el preceptivo ticket de la O.R.A, se destina una plaza de aparcamiento a recrear  actividades habitualmente espontáneas en las calles antes de que el automóvil ocupase más del 70% de su espacio: juegos, pintura, lectura, jardinería… El resultado es, obviamente, más agradable  que la escena de una ristra de máquinas rugientes flanqueando las aceras.

Este año, el Ayuntamiento de Murcia promueve un Parking Day con motivo de la semana de la movilidad. Tal vez, el Consistorio se reclama  a sí mismo  rebajar al 33%, recomendado por la UE, la cifra del 50% que el coche ocupa en el reparto modal de nuestro municipio. O tal vez, no es más que otro intento de neutralizar y fagocitar una iniciativa ciudadana transformándola en un mero “lavado verde”. O no han entendido nada y pretenden emular un gesto popular, cargado de reivindicación y lirismo,  convirtiéndolo en una mueca. Vacía, falsa y exagerada, como todas las muecas.

Porque esto sí que es poner  una vela a dios y otra al diablo: jalear al personal  para que deje el coche con el Parking Day, rutas escolares seguras o  taller de bicis, mientras se nutre a la jauría mecanizada con aparcamientos en el centro, la agonía crónica del transporte público y el letargo de los planes de la bicicleta, de movilidad urbana o de seguridad y educación vial. Cargar la conversión a un modelo de movilidad  sostenible  únicamente en la conciencia del ciudadano es  una inversión baldía e irresponsable. Es la Administración quien debe crear las condiciones para ello, garantizando  un proyecto común y coordinado entre las distintas concejalías.

Con 20.000 muertes prematuras en el Estado español causadas por contaminación, (según informe de Ecologistas en acción)   de la que el 30% es atribuible en las ciudades  al transporte  (Observatorio de la Sostenibilidad), parece que la película ya no vende. Numerosas voces claman la necesidad de rediseñar el decorado de ciudades estiradas y segmentadas, y de  desempolvar nuestro tradicional barrio mediterráneo, donde no se dependía del coche. Y de repartir de nuevo los papeles, jerarquizándolos según su impacto en la comunidad: Las personas, como protagonistas de las calles,  seguidas de transporte público, bicicleta y automóvil. Y no crean, reinventarnos puede salir rentable si se realiza la pertinente reconversión ecológica del sector automovilístico: el Observatorio para la Sostenibilidad estima la creación 450.000 de empleos verdes solo en transporte público para 2020.

 Como miembros de la civitas, nos toca reflexionar y redimensionar nuestra manera de agruparnos  y movernos.  Y a nuestros gobernantes, dejarse de alharacas   y hacer un ejercicio  eficaz de voluntad política  para que nuestro entorno sea realmente humano, saludable y sostenible. Claro que, según Galeano,  esta es  la parte más difícil, porque: “los automóviles no votan pero los políticos tienen pánico de causarles el menor disgusto”.

Si no, me temo, que dentro de unos años sí que tendrán que llevarme, custodiada y vigilada, a  algún parque, si es que todavía existen.

Inmaculada Perán Rex es profesora y co-portavoz de EQUO RM